“Josué nunca existió” se dijo ella con determinación “es producto de mi mente” Pero si era así, porque ahora lo veía acercándose velozmente entre la bruma. “¿Cómo puedo afirmar que es él?” se preguntó lanzando una concha que había recogido a las olas que besaban sus pies. La sombra que se deslizaba por la arena estaba a más de doscientos metros de distancia. “Simplemente lo sé” se dijo “lo sé, es él”.
La bicicleta se detuvo bruscamente. Ella sintió que iba a desmayarse pero se repuso.
-Hola –dijo Josué sonriendo con cortesía- busco la gruta azul… me han dicho que es por aquí…
Ella ahogó con desesperación un grito porque él no la reconoció.
-Es por ahí –dijo señalando el camino por el que había llegado Josué.
Josué regresó a ver, intrigado.
-Qué extraño –dijo- vine por ese camino y no me fijé…
“Así como no te fijas en mí” pensó ella “soy yo, no lo ves? Soy yo, yo…”
-¡Soy yo! –exclamó ella.
Josué la miró sin comprender.
|