Una lágrima se apagó en el fondo de sus ojos, un rayo de sol abrigó su alma descolorida.
“No importa que no me reconozca” pensó.
Josué sonrió. “¿Nos conocemos?”.
“No lo creo” dijo ella pensando que no le iba a facilitar las cosas.
“Por un momento pensé que…”
“No” insistió ella “nunca antes lo había visto…”
“Claro” dijo Josué apretando en sus recuerdos, esforzándose por recordar “sabe, sus ojos me recuerdan…”
Ella se contuvo para no saltar de alegría, sus ojos brillaban. Josué no pudo soportar aquel destello y desvió la mirada. “Qué ojos” pensó “qué ojos… escribiré sobre ellos…”
Ella sonrió. “No importa si no te vuelvo a ver porque esto me basta” pensó “este instante vivirá siempre en mi memoria… este instante es eterno…”
Josué se despidió de prisa. Un breve “Adiós” quedó flotando en el aire.
Ella no tenía tristeza.
“No hay razón para que la tenga” pensó.
La brisa acarició su rostro suavemente. Cerrando los ojos podía ver con más claridad. A ratos escuchaba a la enfermera pero eso sólo era un poco de ruido.
“Interferencia”.
Era fácil de borrar sobre todo porque Josué estaba ahora lejos pero cerca, tan del otro lado pero a la vez tan de su lado, del lado de acá…
Ahora lo comprendía, la distancia entre ellos definía la perfecta armonía de un saxo con un piano con una guitarra con una batería con un trombón con un director con un espectador con un niño con un anciano…
Con una mujer caminando eternamente por la arena de la locura.
FIN
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