-Señora, tuvo una pesadilla.
-No, la pesadilla es esta realidad.
-Tome, es su medicina.
-¿Hace cuánto tiempo estoy aquí?
-Algunos años. Hum, tome un poco más de agua.
-Gracias.
-Mañana le daremos el alta. Usted ya está bien.
-No estoy bien, ¿no lo ve? Me duele el alma.
-Descanse, vuélvase a dormir.
Ella cerró los ojos y empezó a dormirse como una palmera en el mar. Sintió que el viento soplaba sobre su cabello húmedo y que el sol, sumergiéndose en el horizonte, iluminaba tenuemente su rostro. Una paz inmensa la sobrecogió. “Los sueños también son reales” pensó. “Todo lo que he soñado está aquí, en este mundo paralelo… no necesito más para ser feliz.”
Josué entró agitadamente en la habitación. Con un gesto la enfermera le pidió serenidad. Josué se acercó lentamente. “Han pasado dos años” pensó. Con un poco de temor tocó sus manos, acarició su rostro dormido, besó sus cabellos.
-He vuelto- le dijo al oído.
“Josué” pensó ella y sus ojos se iluminaron con un tenue resplandor. Se llevó las manos al cuello y se quitó el collar con la piedra de coral negro que él le había regalado. “Te quiero tanto… por eso debo dejarte ir.”
-He vuelto- volvió a decir Josué.
-Está profundamente dormida- dijo la enfermera- no lo escucha.
-Yo creo que sí. Nosotros nos comunicamos a través de los sueños.
La enfermera levantó los hombros y las cejas, acomodó algunos frascos con medicamentos y pensó que el amor era un extraño fantasma plenamente visible.
“Adiós, Josué” dijo ella lanzando al mar la piedra de coral negro “ya no nos encontraremos más.”
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